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Charlatanes

jueves, 26 de enero de 2023

Fueron los italianos quienes los bautizaron como “ciarlatanos”. Me refiero a los vendedores que iban por los pueblos atrayendo a la gente con su espectáculo para tratar de encajarles alguna supuesta medicina, generalmente elixires milagrosos, capaces de curar cualquier mal.

 



La práctica no conoció fronteras ─pues en cualquier lado siempre hay sobrantes de ingenuidad−, funcionando desde la Europa medieval al Lejano Oeste, y desde el siglo XIII hasta el primer cuarto del XX. A partir de ahí, los “charlatanes”, cambiaron las pócimas mágicas por los lotes de productos en forma de gangas. Ustedes los recordarán:

“¡Ni-por-cien-ni-por-cincuenta-ni-por-treinta! ¡Señoras y caballeros, sólo por veinte duros, veinte! ¡Por ser Feria y porque vengo representando a una empresa con más de cuarenta años de servicio, dedicada a modernizar las cocinas españolas, les vendo este lote de sartenes diseñadas para cualquier batalla con el fuego, ya sea éste de gas o leña, y tratadas especialmente para garantizar su resistencia y durabilidad! ¡Y acompañando a este prestigio de la tecnología, les regalo no sólo una manopla ignífuga, sino también una estatua de ébano del famoso africano Mantumbu, tres corbatas de seda del Nilo, una copia exacta del collar del perro Tintín y dos cucharas de madera del Nepal! ¡Y a los diez primeros afortunados que aprovechen la ocasión les regalo, porque quiero y me da la gana, el famoso gallo Kirico que cambia el color de su cresta en función del tiempo!”.

Y no faltaba el “incauto” que, al oír a ese artista de la artimaña, con su torrente de palabras huecas y rimbombantes, no se precipitaba a cargar con la ventajosa ganga. Luego, en casa, y al comprobar que las sartenes se fundían y doblaban cual contorsionista; que la manopla quemaba; que nadie conocía al tal Matumbu y que el gallo Kirico siempre tenía la misma cresta, vendría el rechinar de dientes.

Hoy estos maestros de la labia y del tejemaneje están en vías de extinción, sin embargo, sus técnicas de venta tienen asegurada su existencia, siendo asumidas por hombres y mujeres mejor trajeados, remunerados y, eso sí, muy “leales al partido que representan” que, desde otros púlpitos, incluso “clamando al cielo”, intentan vendernos el mismo humo de siempre a cambio de un puñado de votos que les garantice su única y feliz subsistencia. Estamos ya en campaña así que, como dijo Groucho Marx: “y dos huevos duros más”.

 



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