Top Social

Pasado, presente y futuro. Realidad de todos los días.

Euforia y elogio a la nada

lunes, 9 de noviembre de 2020

Es muy difícil poder expresar, en aprox. 300 palabras, lo que uno siente cuando oye elogiar la impresionante inyección económica que, vía Presupuestos Generales del Estado, va a llegar a Cáceres y que, al parecer, nos va a permitir alcanzar el más alto nivel de desarrollo, modernidad y merecido nivel de equiparación con el resto de capitales de provincia.

 
 
La euforia de nuestros diputados nacionales (esos que dicen que nos representan), cuando empiezan a enumerar, cual laica letanía, los repetitivos enunciados de cada una de las numerosas inversiones, parece sacada del país de los sueños. Pero la realidad es bien distinta. Porque una cosa son los enunciados y otra cosa las ridículas y vergonzosas cantidades asignadas a cada una de esas partidas de inversión. Y, encima, van y te lo explican: “es que son pequeñas cantidades porque forman parte de planes plurianuales, sabe usté”, quedándose tan aliviaos. Y es aquí cuando los cacereños (esos que votamos a los que dicen que nos representan), hartos ya de estar hartos, llegamos a la siguiente conclusión: “... no es que nos tomen por tontos, es que están convencidos de que lo somos... que es mucho peor”.

Y así, justificados por esos planes pluri-leches, anoten: la autovía Cáceres-Badajoz, (acuerdo de 1991, para darle la alcaldía a Sánchez Polo), tardará tanto como el prometido aeropuerto internacional de Ibarra. Las obras del trasvase del agua van a durar más que la terminación de la Sagrada Familia de Barcelona. El Hospital Universitario, (generalmente se tarda 10 años en construir), ya lleva 20 e igual no lo conocen completo nuestros hijos. El AVE, o el sucedáneo de pollo que nos pongan, tampoco. El Palacio de justicia tardará tanto como el Hospital. La integración de la Ribera del Marco ni está, ni se la espera. El Museo de Cáceres tendrá que esperar al igual que la Depuradora, la variante de Malpartida y las Rondas Sur y Oeste. Y así un largo etcétera porque dichas irrisorias partidas llegarán tarde, quedarán en nada, o se llevarán a otra parte, con sumiso beneplácito, como siempre.

Al final, la única estatua merecida, hay que levantársela a Luis FONSI. Es el único que realmente se identifica con Cáceres, aunque sea cantando. Porque así es como nos llegan las eufóricas migajas, muy “DES-PA-CI-TO”