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Pasado, presente y futuro. Realidad de todos los días.

Los leñadores

sábado, 25 de octubre de 2014


Dos hombres se dedicaron un día entero a cortar leña. Uno de ellos, trabajó sin detenerse a descansar, juntando una pila de leños bastante grande. El otro, trabajó durante períodos de 50 minutos, parándose a descansar. Al cabo del día, tenía una pila de leños mucho mayor que el primero.

- ¿Cómo pudiste cortar tanta leña? – le preguntó el hombre que trabajó sin descansar.

Esta fue su respuesta:

- Mientras descansaba, afilaba el hacha.




El libro de Urdangarín

domingo, 27 de julio de 2014

 
Un libro que se lee fácil, porque cada página te pide otra. Tal es el ardor guerrero que te acompaña y que necesita alimentarse de más y más información.

Si lo que cuenta este libro es cierto, y digo yo que algo habrá puesto que hay una investigación con imputación al medio, no deberían de existir paños calientes para nadie. Ni salvoconductos reales, totales o parciales.

La justicia es igual para todos, según manifestó en navidades el emérito. Pero para que esto sea así, no debemos conformarnos con decirlo, hay que ejercerlo sí o sí y, además, caiga quien caiga. En este caso, y dado la calidad de los personajes implicados, debe de ser más que nunca ejemplarizante.

Los presuntos sinvergüenzas que aparecen en el libro de Eduardo Inda deben pagar por sus fechorías, por su total impunidad, por su desprecio hacia el resto de ciudadanos y porque así lo dicta la conducta democrática que pregonamos, pero que en la gran mayoría de las veces, no ponemos en práctica, con el consiguiente cabreo del personal.

Es fácil descubrir como se van de rositas, la gran mayoría de personajes influyentes de este país, generalmente políticos sin escrúpulos, que han hecho de la corruptela su "modus vivendi". Unas, por incomprensible falta de pruebas, otras (las más) por la prescripción de los delitos imputados.

Qué casualidad, siempre están prescritos........., jeje.

Y llegados a este punto digo yo: ¿Por qué la justicia no utiliza con ellos los mismos medios, la misma agilidad y diligencia y el mismo afán, que utiliza con el resto de los mortales? ¿Acaso no deja de ser un robo (en román paladino) lo que los políticos llaman "errores administrativos" o "discrepancias contables" o, simplemente, "descuidos sin mala intención"?

Así nos va.

Si se quiere, se puede.

sábado, 7 de junio de 2014
¡Claro que se puede! Sólo hay que querer hacerlo.




El Papa Francisco abrazando al rabino Abraham Skorka y al Imam Omar Abboud, los líderes de las comunidades judías e islámicas argentinos, durante su parada en el Muro de los Lamentos.


¿Podemos? Así, creo que NO.

miércoles, 4 de junio de 2014
Coindido en que los derechos de los ciudadanos deben ejercerse pacíficamente y de acuerdo con los límites que imponen las leyes y la Constitución Española.
 
Pero algunos iluminados, de forma totalmente irresponsable y con vistas a sacar pingües beneficios políticos, no se han cansado de pedir "tensión" en las calles.



Y lo malo de esta tensión es que degenera en violencia. Y ese estallido de violencia va a concentrar más repercusión mediática y va a tener mucha más efectividad (véase el ejemplo de Gamonal) que las movilizaciones, más multitudinarias, de gente pacífica.




Durante los incidentes en Can Vies, grupos de jóvenes encapuchados se enfrentaron a los agentes antidisturbios desplegados en el barrio, quemaron contenedores y causaron destrozos en el mobiliario urbano y en sucursales bancarias, en una de las cuales provocaron un incendio.


El Alcalde Trias ha pedido el final de la violencia y ha llegado incluso a ofrecerse para negociarlo "todo y a las horas que se quieran", y se ha mostrado dispuesto a asumir la mediación de un interlocutor válido para ambas partes "si hay gente que dice que no negocia con la administración". Según el alcalde de la ciudad condal, el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, se ha propuesto para este papel, pero ha advertido de que "lo que hace falta es que la otra parte acepte la negociación y la mediación".

Creo que la negociación y el dialogo siempre son aconsejables, pero en este caso puede generar un precedente nada bueno. Cualquiera que quiera demandar algo, con razón o sin ella, empezará a destrozar cosas, quemar coches, contenedores y cajeros, creyéndose en el legítimo derecho de hacerlo.

Gracias, sin más detalles.

lunes, 2 de junio de 2014

Mi gratitud por lo que hizo: traernos libertad, democracia y valores constitucionales que nos han permitido vivir en paz y prosperidad.

Mi respeto por lo que ha hecho: reconocer errores y dejar paso.

Entrar en más valoraciones, no creo que venga ahora al caso.

Tan solo pedir que sirva de ejemplo. Sobre todo para aquellos mandatarios, instalados permanentemente en el poder, que no conocen la palabra "dimitir". Bueno..., tampoco la de "dignidad". Pero eso, tocará otro día.


Otro sinvergüenza más.




Como señala Graciano Palomo en su artículo del Confidencial: Este es Rafael Blasco, el individuo que ha sido mandado a la cárcel por los jueces valencianos.

Este pollo que, según parece, primero militó en el FRAP, luego en el PSOE y finalmente acabó en el PP, tras su pacto con Eduardo Zaplana, es el sinvergüenza que se ha llevado el dinero de la cooperación a países del Tercer Mundo. Los pobres niños nicaragüenses, todavía están esperando la ayuda. 

Este individuo "representa la quintaesencia de la golfería", como ha redactado muy bien el tribunal valenciano que le manda a galeras.

Y esto, justamente, es lo que el pueblo llano ha rechazado frontalmente el pasado domingo. Y, si no se remedian las cosas, es lo que seguirá rechazando en futuras elecciones. Y, si no, al tiempo.



Leer más:  El ladrón del FRAP que acabó en el PP - Blogs de Palo Alto  http://bit.ly/1kYVAo0
rimero militó en el FRAP, organización político/terrorista que asesinaba; luego pasó al PSOE; y finalmente acabó en el PP tras su pacto con Eduardo Zaplana

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rimero militó en el FRAP, organización político/terrorista que asesinaba; luego pasó al PSOE; y finalmente acabó en el PP tras su pacto con Eduardo Zaplana

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Si la montaña no viene a Mahoma

miércoles, 28 de mayo de 2014

 
Se dice que Mahoma convenció a sus seguidores de que a una orden suya se le iba a acercar una montaña desde la cuál predicaría. La muchedumbre se reunió, Mahoma llamó una y otra vez a la montaña y cuando ésta no se movió de lugar, el profeta dijo sin abochornarse: " si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña "

Al parecer este texto no pertenece a ningún libro religioso ni procede de Oriente.

Figura en los ensayos de Sir Francis Bacon (1561-1626), filósofo inglés y canciller del reino, quien fue precursor del método experimental en la ciencia y uno de los más firmes adversarios del conocimiento dogmático y supersticioso de la Edad Media.

Esta parábola, que el gran pensador imaginó para desmitificar ciertos modos de razonar, acabó por transformarse en un dicho popular que muy poco conserva de la intención original.

Se emplea hoy para significar que en determinadas circunstancias hay que renunciar a que algo suceda por favor o mediación ajena. 

Las cien monedas de oro

lunes, 26 de mayo de 2014


Había una vez en las afueras de un pequeño pueblo, dos casas vecinas. En una, vivía un afortunado y acaudalado agricultor. Estaba rodeado de sirvientes y tenía acceso a todo lo que pudiera ocurrírsele.

En la otra, una casucha humilde, vivía un viejito de hábitos muy austeros, que ocupaba gran parte de su tiempo en trabajar la tierra y orar.

El viejo y el rico se cruzaban diariamente y cambiaban unas pocas palabras en cada encuentro.

El rico hablaba de su dinero y el viejo hablaba de su fe.

–La fe... –se burlaba el rico– Si como dices, tu Dios es tan poderoso ¿por qué no le pides que te envíe suficiente como para no pasar las privaciones que atraviesas?

–Tienes razón –dijo el viejo y se metió en su casa.

Al día siguiente, al cruzarse, el viejo tenía una cara de felicidad como pocos.

–¿Qué te pasa, viejo?

–No es que me pase nada. Pero siguiendo tu consejo le pedí a Dios esta mañana que me enviara cien monedas de oro.

–Ah, ¿si?

–Sí, le dije que como yo había sido un buen hombre respetuoso de sus leyes, me merecía un premio y que elegía las monedas. ¿Te parece excesiva la cantidad?

–No importa qué me parezca a mí –dijo el rico burlonamente– Lo que importa es que no le parezca demasiado a tu Dios, quizás él crea que tu premio es de veinte monedas o cincuenta u ochenta o noventa y dos ¿quién sabe?

–Ah, no, Dios puede decidir si yo merezco el premio o no, pero mi pedido fue claro. Yo quiero cien monedas. No aceptaré veinte, ni treinta ni noventa y dos. Yo he pedido cien y no tengo dudas de que, si mi buen Dios se puede ocupar de mi pedido, lo hará. El no regateará conmigo. Y yo no regatearé con El. Cien es el pedido y cien El mandará. Yo no pienso aceptar que mande ni una moneda menos.

–Ja, ja, tú sí que eres exigente –dijo el hombre rico.

–Así como él me exige, yo le exigiré –dijo el viejo.

–Yo no te creo capaz de rechazar veinte o treinta monedas que te mande tu Dios, sólo porque no son cien.

–Pues rechazaría cualquier suma inferior a cien. Sin embargo, si Dios cree que es poco y decide mandarme más, también evitaría quedarme con el resto.

–Ja, ja, estás totalmente loco y me quieres hacer creer este cuento de tu fe y tu determinación... ja, ja... me gustaría verte manteniendo esta postura, ja, ja...

Y cada uno se volvió a su casa.

Al rico, por alguna razón, este viejo lo alteraba.

El no recibiría menos de cien monedas de oro, ¡qué caradura!

El debía desenmascararlo. Y lo haría esa misma tarde.

Preparó en una bolsa noventa y nueve monedas de oro y se llegó hasta la casa del vecino.

Este estaba de rodillas, en actitud de oración y rezaba:

–Dios, querido, ayúdame en mis necesidades. Creo tener derecho a esas monedas. Pero recuerda: son cien monedas. No quiero conformarme con lo que me mandes. Quiero cien exactas monedas...

Mientras el viejo rezaba, el rico subió al techo y mandó las monedas por el hueco de la chimenea. Luego bajó a espiar.

El viejo seguía de rodillas, cuando oyó el sonido metálico caer por el hueco de la chimenea. Lentamente se incorporó, se acercó a la chimenea, levantó la bolsita y le sacudió el hollín y la ceniza.

Después se acercó a la mesa y vació el contenido sobre la mesa. La pila de monedas apareció ante él. El viejo cayó de rodillas y agradeció al buen Dios el presente enviado.

Una vez terminada la oración, empezó a contar las monedas: ¡noventa y nueve ¡eran noventa y nueve monedas!

El hombre rico seguía esperando, preparado para demostrar su teoría.

El viejo alzó la voz al cielo y dijo:

–Dios mío, veo que tu decisión es cumplir el deseo de este pobre viejo, pero veo también que en las arcas del cielo no había más que noventa y nueve monedas y no quisiste hacerme esperar por tan sólo una moneda. No obstante, tal como te he dicho, no quiero aceptar una moneda más que cien ni una menos...

«Es un imbécil», pensó el rico.

–...Por otro lado, eres para mí de absoluta confianza. Por ello y por única vez, voy a dejar a tu libertad el momento en que me mandarás la moneda que me debes.

–Traición –gritó el rico –¡Hipócrita!– y a los gritos golpeó la puerta de su vecino.

–Eres un hipócrita –siguió diciendo––. Dijiste que no ibas a aceptar menos de cien y ya estás embolsando esas noventa y nueve monedas como nada, mentiroso tú y tu fe en Dios.

–No sé cómo sabes de las noventa y nueve monedas– dijo el viejo.

–Lo sé porque yo te envié esas noventa y nueve monedas, sólo para demostrarte que eres un charlatán. No aceptaré menos de cien. Ja, ja...

–Y de hecho, no aceptaré. Dios me enviará la última cuándo y cómo El lo decida.

–El no te enviará nada, porque el que mandó estas monedas, como te dije, fui yo.

–No discutiré si tú fuiste o no el instrumento que usó Dios para satisfacer mi pedido. Pero el caso es que este dinero cayó por mi chimenea mientras yo lo pedía y es mío.

El hombre rico cambió su sonrisa por un gesto adusto:

–¿Cómo que es tuyo? Esta bolsa y estas monedas son mías, yo las envié.

–Los designios de Dios son incomprensibles para el ser humano –dijo el viejo.

–Maldito seas, tú y tu Dios, devuélveme mi dinero o te haré comparecer ante un juez y perderás también lo poco que tienes.

–Mi único juez es mi Dios. Pero si te refieres al juez en el pueblo, no tengo inconvenientes en poner en sus manos el problema.

–Bien, vamos, entonces.

–Vas a tener que esperar a que compre un carruaje, porque ahora no tengo y un viejo como yo no puede darse el lujo de peregrinar hasta el pueblo.

–Nada de esperar. Yo te ofrezco mi carruaje.

–Realmente, agradezco tu actitud. En todos estos años nunca me habías ayudado en nada. Bien, de todas maneras deberemos esperar que pase un poco el invierno, hace mucho frío y mi salud no soportaría llegar al pueblo sin tener un buen abrigo.

–Estás tratando de dilatar el tema –dijo el rico furioso– Te daré mi propio abrigo de pieles, para que puedas viajar. ¿Qué otra excusa tienes?

–En ese caso –dijo el viejo––, no puedo negarme.

El viejo se abrigó con las pieles, subió al carruaje y partió hacia el pueblo, seguido por el hombre rico, en otro coche.

Llegados allí, el hombre rico se apresuró a pedir audiencia y cuando el juez los hizo pasar, le contó en detalle su plan para desacreditar la fe del viejo, cómo había puesto las monedas, y cómo el viejo se había negado a devolvérselas.

–¿Qué tienes para decir, viejo? –preguntó el juez.

–Señoría, mucho me extraña tener que estar aquí, para confrontar con mi vecino por este tema.

Este hombre es el más rico de la ciudad, nunca ha demostrado ser solidario, nunca ha tenido una actitud caritativa con los demás.

No creo que sea necesario que yo argumente en mi defensa. ¿Quién podría creer que un hombre avaro como éste va a poner casi cien monedas en una bolsa y las va a arrojar por la chimenea del vecino? Me parece claro que el pobre hombre me espiaba y al ver mi dinero, su codicia le hizo inventar esta historia.

–¡Inventar! Viejo maldito –gritó el rico––. Tú sabes que todo es como yo digo. Ni tú te crees esa patraña de Dios enviándote monedas. Devuélveme la bolsa.

–Evidentemente, Señoría, el hombre está muy perturbado.

–Claro, me perturba que me roben. Te exijo que me des esa bolsa.

El juez estaba asombrado, los argumentos de ambos lo obligaban a tomar una decisión, pero ¿cuál sería la justa decisión?

–Devuélveme mi dinero, viejo tramposo –decía el rico–, ese dinero es mío, sólo mío.

En un momento, el rico saltó la baranda de madera que los separaba e intentó, fuera de sí, arrebatar la bolsa al viejo.

–¡Orden! –gritó el juez– ¡Orden!

–Lo ve, señor Juez. La codicia lo enloquece. No me extrañaría que, si consigue la bolsa empezara a decir que también el carro en el que vine es suyo.

–Claro que es mío –se apresuró a decir el rico–, yo te lo presté.

–Lo ve usted, Señoría. Lo único que falta es que quiera ser el dueño de mi propio abrigó.

–¡Por supuesto que soy el dueño! –gritó, ya descontrolado el rico– Es mío, todo es mío: la bolsa, el dinero, el carruaje, el abrigo... todo es mío... todo.

–¡Alto! –dijo el juez, que ya no tenía dudas.

–¿No te da vergüenza querer sacarle lo poco que tiene este pobre viejo?

–Pe...pero...

–Sin peros. Eres un codicioso y un aprovechador –siguió el juez–. Por haber intentado estafar a este pobre viejo, te condeno a una semana en la cárcel y a pagarle a tu vecino quinientas monedas de oro en compensación.

–Perdón su señoría –dijo el viejo––. ¿Puedo hablar?

–Sí, anciano.

–Yo creo que el hombre ha aprendido la lección. Yo te pido, a pesar de ser mi adversario, que le levantes la condena y que le impongas sólo una multa simbólica.

–Eres muy generoso, anciano. ¿Qué propones, cien monedas más, cincuenta?

–No, señor juez, yo creo que con sólo una moneda será suficiente castigo.

El juez golpeó con su martillo la mesa y sentenció:

–Gracias a la generosidad de este hombre y NO porque sea el deseo de la corte, se impone al acusador una simbólica multa de una moneda de oro, que deberá ser pagada de inmediato.

–¡Protesto! –dijo el rico–– ¡ Me opongo!

–Salvo que el sentenciado rechace esta gentil propuesta de este buen hombre y prefiera la sentencia no tan benévola de esta corte.

El hombre rico, resignado, sacó una moneda y la entregó al anciano.

–Asunto terminado–– dijo el juez.

El rico salió corriendo a su carruaje y se marchó del pueblo.

El juez saludó al viejo y también se retiró.

Este alzó los ojos al cielo y dijo:

–Gracias Dios, ahora sí, no me debes nada. 
 
 

Cambalache

domingo, 25 de mayo de 2014


Cambalache significa trueque o intercambio de cosas, generalmente de poco valor; y en su versión despectiva, intercambio de cosas materiales o inmateriales hecho con malicia o con afán de ganancia.

Y, visto lo visto, generalmente en eso, en una especie de casa de compra-venta, se ha convertido nuestra sociedad.

La letra de “Cambalache”, es un resumen filosófico, existencial, profético y político del siglo XX, pero que ahora, en pleno siglo XXI, sigue igual de vigente. Su éxito, analizar las contradicciones internas del ser humano.

La letra de “Cambalache”, compuesta por Enrique Santos Discépolo en el año 1934, es un resumen filosófico, existencial, profético y político del siglo XX, pero que ahora, en pleno siglo XXI, sigue igual de vigente, porque se trata de una feroz sátira, una irónica mirada no sólo a una sociedad concreta, sino al mundo entero. Su éxito, analizar las contradicciones internas del ser humano. “Cambalache”, es un retrato vivo y realista del ser humano. Y nos invita a recapacitar en nuestro papel, como hacedores de historia y no como meros receptores de la misma.

Pero, ¿estaremos condenados a bailar el mismo tango hasta el final de los tiempos?
 
A lo mejor, Cambalache, es el encargado de despertar la conciencia política de las masas para que no vivamos una vida de letra de tango sino de seres conscientes y pensantes que pueden transformar su futuro y su destino.

Desde aquí, seguiremos haciendo camino, paso a paso, pero con la conciencia despierta y atentos a todos estos... “Cambalaches”.


Os dejo la interpretación de Carlos Gardel, con imagenes del siglo XX; y la letra, para el que quiera reflexionar:




Que el mundo fue y será
una porquería, ya lo sé.
En el quinientos seis
y en el dos mil, también.
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en el mismo lodo
todos manoseaos.

Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor,
ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador...
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
Lo mismo un burro
que un gran profesor.
No hay aplazaos ni escalafón,
los ignorantes nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
da lo mismo que sea cura,
colchonero, Rey de Bastos,
caradura o polizón.

¡Qué falta de respeto,
qué atropello a la razón!
Cualquiera es un señor,
cualquiera es un ladrón...
Mezclao con Stavisky
va Don Bosco y La Mignon,
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera
irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remache
ves llorar la Biblia
junto a un calefón.

Siglo veinte, cambalache
problemático y febril...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil.
¡Dale, nomás...!
¡Dale, que va...!
¡Que allá en el Horno
nos vamo’a encontrar...!
No pienses más; sentate a un lao,
que a nadie importa si naciste honrao...
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura,
o está fuera de la ley...

Comenzamos

Un viejo proverbio dice:

"La mas larga caminata comienza siempre con un paso".

Hoy, comenzamos a dar ese primer paso, en la seguridad de que, en el camino, nos encontraremos.

Sin prisas, paso a paso, haciendo camino.

Saludos.