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Elecciones... ¡ Toma cuarta !

jueves, 3 de octubre de 2019
Quizás recuerden ustedes aquella simpática anécdota del trompetista que, después de haber ofrecido una insoportable murga a los asistentes al concierto, se digirió al respetable diciéndoles: “... y con esta última pieza, me despido de todos ustedes...”, levantándose en ese momento un paisano entre el público contestándole: “¿cómo que te vas, cómo que te despides? Tú te vas a quedar ahí hasta que aprendas..., inútil”.
 


Pues bien, eso mismo tendríamos que decirle nosotros, a los vividores del sudor ajeno que, con su reiterada ineptitud, nos han llevado a unas nuevas elecciones generales (las cuartas en cuatro años), si no fuera porque, a diferencia del negado trompetista, mantener ahí a esta comparsa multicolor de incompetentes nos cuesta un “oeuf” y la yema del otro.

Se les ha olvidado, o quizás no saben, que la política no debe servir nunca a intereses partidistas, sino al servicio objetivo del interés general; que son representantes de los votantes, a los cuales se deben; y que el poder que adquieren no deben nunca instrumentarlo en su propio beneficio.

Orgullosamente, se cierran en sí mismos, convirtiéndose en sectarios, incapaces de abrirse al resto. Se consideran poseedores de la verdad y la razón absoluta, rechazando cualquier otra opción positiva que no sea la suya. Y así, sin más argumentos que la estrategia de la crispación, sin otro razonamiento que el de salvaguardar sus propios intereses, han convertido el debate político en un constante intercambio de improperios, cuyo degenerado formato, además, está trascendiendo al conjunto de la sociedad.

Atrás quedaron ya los grandes consensos, la defensa conjunta de los valores e intereses de Estado, las grandes renuncias partidistas y la lucha en favor de la “unidad en la  diversidad” (In varietate concordia). Quizás, la llegada a la política de personas que no tienen otro “oficio” ni saben hacer otra cosa que “vivir de ella”, tenga mucho que ver. Mediocres que olvidan que toda “profesionalidad”, lleva consigo el siguiente pentaedro: pericia, aplicación, seriedad, honradez y eficacia. En fin, como dijo Manrique: “...cualquiera tiempo pasado...”.