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Pasado, presente y futuro. Realidad de todos los días.

Un día..., el primero de "todos".

jueves, 21 de noviembre de 2019
Un colegio, un parque, una pista deportiva..., tienen en común la vida que les aportan los niños. Son lugares donde todo es posible y donde los sueños de futuros ingenieros, pintores, futbolistas, médicos o bomberos, se forjarán entre un clima de alboroto, sonrisas, caras de inocencia y una enorme, limpia y sincera ilusión por descubrir el mundo.


La Infancia es la etapa de la vida que marca para siempre el devenir del ser humano y debe representar el momento de mayor felicidad de nuestra existencia. Los niños son el futuro, la principal fuente de alegría y esperanza de la sociedad, y se merecen el mejor bienestar que podamos proporcionarles. Es tarea de todos nosotros —padres y madres, personal docente y sanitario, gobernantes, políticos, líderes religiosos, mundo empresarial, sociedad civil y medios de comunicación— garantizar su salud y nutrición, su crecimiento y desarrollo, su seguridad y estabilidad, su formación y aprendizaje. Con una implicación real y efectiva, por encima de cualquier interés político, económico o religioso.

Resulta muy difícil de creer que, en pleno siglo XXI, cuando se han alcanzado logros inimaginables en el mundo de la ciencia y la tecnología, existan todavía millones de niños que mueran cada día por malnutrición o problemas básicos sanitarios; sean abandonados o soporten todo tipo de violencia y abuso por parte de adultos. Pequeños vulnerables a quienes la vida borró la sonrisa de la cara, cambiándola por llanto, por dolor o por miedo.

Ayer se celebró el “Día Universal del Niño” y el “XXX Aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño”, aprobada el 20 de noviembre de 1989. Es el más universal de los tratados internaciones y el más ratificado de la historia. En ella se recogen los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de todos los niños. Cosas tan elementales como los relativos a la vida, la salud y la educación, el derecho a jugar, a la vida familiar, a la protección frente a la violencia y la discriminación, y a que se escuchen sus opiniones.

Un día, que debería ser “todos los días”, porque NO podemos permitir que se apague su esperanza.