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Carnavales en Cáceres

miércoles, 22 de febrero de 2017
Según de qué cosas hablemos, podemos afirmar de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Y, si nos atenemos a los Carnavales que se disfrutan en Cáceres, podemos afirmarlo sin ningún género de dudas.

Y es que, a finales de los 80, entre otras cosas, Cáceres era una ciudad alegre, festiva y con un gran ambiente estudiantil que propiciaba, y de qué manera, aperturas e inquietudes culturales muy diversas. Entre ellas, la fiesta lúdica en honor de Don Carnal.
 
 
Locales de referencia, como la Machacona o el Corral, fueron pioneros en la organización de fiestas carnavalescas. En la Madrila Alta, “OK”, fue otro de los precursores. Rápidamente, fueron sumándose numerosos establecimientos repartidos por el centro y la “zona de la movida”. El Ayuntamiento empezaba a subvencionar, tímidamente, a los grupos de animación y comparsas que participaban del evento. Grupos como el “Cebollazo”, “Perdiguerismo Ilustrado”, los “Gussy Luz”, los “Golfines”, “Arapajoes”, o la Comparsa de “Los No Brasileiros”, entre otros muchos, dieron sus primeros pasos. Había premios para disfraces, individuales, colectivos e infantiles; premios para las letras de las murgas y grupos que se atrevían a pisar el escenario; premios para las coreografías en el desfile; y un largo etcétera que hacía que todo se llenase de color, de imaginación, de improvisación, de espontaneidad, de sonidos y de mucha alegría desbordante. Ni que decir tiene que, a ello también contribuía muy especialmente, la festividad del martes de carnaval.

Pero hete aquí que, por un lado, los hechos acaecidos en la madrugada del 12 al 13 de octubre de 1991 (fin de la movida); y, por otro, la insistente invitación de la Corporación de entonces en enfocar la fiesta por un “carnaval medieval”, acabaron por languidecer una fiesta que, sin mucha seña de identidad inicial, no supo sobrevivir a su fuerza emergente.

Para muchos, nos queda el vago recuerdo de aquella época dorada, donde Cáceres se divertía sanamente, en familia, con amigos o simplemente integrándose en un ambiente divertido, capaz de olvidar, a base de música y color, los problemas cotidianos.

Afortunadamente, languidecer no significa morir. Por eso celebro el resurgir de la fiesta y animo a todos, a disfrutarla en armonía. Sanamente, como antaño. Hagamos que nuestra ciudad, vuelva a ser alegre y festiva, aunque solo sea por tres días. Que no volvamos a decir aquello de “...cualquier tiempo pasado fue mejor”.