Top Social

Pasado, presente y futuro. Realidad de todos los días.

Tu Ausencia

martes, 9 de mayo de 2017

Aún resuenan los ecos de tu regreso al Santuario y la Ciudad ya siente Tú ausencia, querida Virgen de la Montaña.

Basta pasear hoy por San Antón, San Pedro, San Juan, Pintores, Moret, Gran Vía, Plaza Mayor, Piñuelas o por los aledaños de la Concatedral de Santa María, para darse cuenta de ello. Seguramente, habrá muchos cacereños, que ni siquiera encontrarán hoy justificación suficiente para bajar hasta allí.

Parece como si la Ciudad hubiera quedado huérfana de sensaciones y emociones. Y el continuo goteo de gente, el bullicioso camino de destino conocido, haya dado paso a la quietud de calles y plazas.

Durante once días hemos vivido un bello escenario de amor, de fe, de devoción, de alegría, de peregrinación, de solidaridad, de ilusión, de esperanza y de vida, en torno al fervor que Cáceres profesa a la Santísima Virgen de la Montaña. Notoria ha sido la participación de niños, adolescentes y jóvenes, además de personas con discapacidad que sorteaban cualquier adversidad para cumplir su deseo de visitar a nuestra Patrona.
Y es que los cacereños sienten una gran devoción hacia esta pequeña Imagen. A Ella dirigieron sus ruegos, a lo largo del tiempo, y depositaron su esperanza en las ocasiones de necesidad grave o extraordinaria. A Ella acuden en los momentos más difíciles de su vida. Con Ella comparten sus vivencias. Y, desde casi cuatro siglos, a Ella agradecen los beneficios recibidos y la maravillosa realidad de su protección amorosa.

Cáceres, se quiera o no, siempre estará unida a la Virgen de la Montaña, y no sólo por cuestión de creencias, sino también por tradición, cultura y simbolismo. La devoción a nuestra Patrona, está en el mismo sustrato de la ciudad y en las emociones de los corazones cacereños, ya sean creyentes o no. Por eso, con el fervor de cada cual pero con respeto a la historia, miles de personas se acercan a recibirla, a visitarla y a acompañarla en su despedida.

Una despedida que, bien lo sabemos, nunca será separación ni alejamiento, sino tan efímera como el liviano vuelo de la paloma en Santa Carlota.