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Pasado, presente y futuro. Realidad de todos los días.

¡Ojalá!

jueves, 16 de abril de 2020
A la hora de redactar este articulo, me vienen a la mente las palabras del Sr. Aylward, subdirector general de la OMS: “...Lo que he visto en España ha sido heroico, una respuesta fuerte e innovadora. El trabajo que están haciendo los que se encuentran en primera línea es inspirador. Quiero expresar mi profunda admiración...”.

Y me llena de satisfacción pensar que ¡ojalá! únicamente se esté refiriendo a la actitud ejemplar de los ciudadanos que, con gran sentido de unión y solidaridad, están prestando su ayuda al prójimo: personal sanitario, farmacéuticos, limpiadores, agricultores y ganaderos, transportistas, repartidores, personal de alimentación, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, resto de personal esencial y, por supuesto, a toda una legión de voluntarios del pueblo llano, gente sencilla, que sin escatimar esfuerzos ni peligros, sin esperar nada a cambio o incluso poniendo sus propios recursos a la causa, han dado un paso al frente con una única actitud de servicio, bien sea en la calle o bien en casa cosiendo una simple mascarilla.


A la hora de redactar este artículo, también me vienen a la mente las palabras del Presidente Vara: "...Esta crisis se va a llevar por delante a una generación de políticos...", y me llena de satisfacción pensar que ¡ojalá! tuviera razón; y con ellos se llevara también, y para siempre, la ingente e indecente cantidad de instituciones, asesores, palmeros, enchufados, subvencionados y resto de inútiles e innecesarios vividores del sudor ajeno, cuyos altísimos emolumentos, están derrochando nuestros escasos recursos y que, a las pruebas me remito, deberían aplicarse urgente y permanentemente en sectores mucho más necesarios, por esenciales, mejorando ostensiblemente cada uno de sus ratios.

A la hora de finalizar este articulo, me viene a la mente que hoy hace 47 años que falleció Nino Bravo y utópicamente pienso que ¡ojalá!, también nosotros algún día podamos cantar “Libre”, sin ataduras de doctrina, libres de pensamiento, con capacidad de discernimiento y con el convencimiento de haber aprendido una lección. Una lección de vida que, lamentablemente, hay que recordarle cíclicamente al animal que, sin solución de continuidad, sigue siempre tropezando en la misma piedra. Cuídense.