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Pasado, presente y futuro. Realidad de todos los días.

Guerra a los valores.

martes, 27 de junio de 2017

Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en función de realizarnos como personas. Más ampliamente, son creencias fundamentales que nos ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un comportamiento en lugar de otro, proporcionándonos pautas para formular metas y propósitos, tanto personales como colectivos.

Por el contrario, los “antivalores” marcan las actitudes negativas de una persona o grupo de personas frente a las reglas sociales y deben de producir rechazo y ser motivo de evitación.

Cada día, nos desayunamos con noticias que reafirman un ascenso de los llamados antivalores: Corrupción; injusticia; falta de honestidad, de respeto, de ética, de dignidad; y un largo etc., parecen haberse instalado en nuestra sociedad. Y, lo que es peor, parece que lo estamos fomentando.
 
 
Un ejemplo: La aprobación por el Consejo de Ministros del Real Decreto que permite superar la ESO con dos suspensos y una nota menor del 5, cargándose de plano, entre otros, valores como: el esfuerzo, superación, responsabilidad, disciplina y perseverancia.

Medida populista, de igualar por abajo, que ya tuvo un primer inicio al ofrecerse por comunidades, un plan especial para “regalar” el título de ESO, en 35 semanas y con una bonificación o “prima por estudiar” de 1000 euros.

Otro ejemplo: El anuncio de la Ministra de Empleo de una ayuda de 430 euros mensuales para los jóvenes menores de 30 años que “ni estudian ni trabajan”, que suscriban un contrato de formación. ¿No parece una manera encubierta de bajar el paro?

¿Qué pensarán los jóvenes “si-si” que con gran sacrificio y esfuerzo, plantan cara a los “ni-ni” compaginando estudios y trabajo, costeándose sus propios gastos o matrículas?

¿Cómo harán padres, maestros y profesores para motivar al estudio, si da lo mismo aprobar o suspender? ¿Y el informe PISA? ¿Por qué en vez de gastarlo, no invertimos ese dinero en aumentar becas, para el que no pueda y quiera estudiar; aumentar profesorado de refuerzo, para el que lo necesite; invertir en calidad y mejora de la enseñanza o reforzar la autoridad del profesorado? ¿O eso no da votos?

¿Qué pensarán las personas que, día a día, con actitud positiva salen a la búsqueda de un empleo, llenas de motivación y confianza, persiguiendo ser la mejor versión de sí mismos?

Pues posiblemene que: "pasarse el día viendo Hombres, Mujeres y Viceversa o Gran Hermano, lamentablemete da su fruto". Y así nos va.
 
 
 
 

Los pavos no vuelan

domingo, 4 de junio de 2017
Cuentan que un paisano se encontró en el campo, cerca de la cordillera de los Andes, un huevo muy grande. Nunca había visto nada igual, y decidió llevarlo a su casa.

 

-¿Será de avestruz? -preguntó su mujer-.

-No, es demasiado abultado -dijo el abuelo-.

-¿Y si lo rompemos? -propuso el ahijado-.

-Es una lástima. Perderemos una hermosa curiosidad -respondió cuidadosamente la abuela-.

-Miren, se lo voy a colocar a la pava que está empollando los huevos. Tal vez con el tiempo nazca algo -afirmó el paisano-. Y así lo hizo.

Cuenta la historia que a los 15 días nació un pavito oscuro, grande, nervioso, que con mucha avidez comió todo el alimento que encontró a su alrededor.

Luego miró a la madre con vivacidad y le dijo entusiasta:

-“Bueno, ahora vamos a volar”.

La pava se sorprendió muchísimo ante la proposición de su flamante crío, y le explicó:

-“Mira, los pavos no vuelan. A ti te hace mal comer apurado”.

Entonces todos trataron de que el pavito comiera más despacio, y en la medida justa. Pero el pavito terminaba su alimento y les decía a sus hermanos:

-“Muchachos, vamos a volar”

Todos los pavos le explicaban nuevamente:

-“Los pavos no vuelan. A ti te hace mal la comida”.

El pavito dejó de hablar sobre volar, y creció y murió en la pavada general.

 

¡Pero era un Cóndor!
Había nacido para volar hasta los 7000 metros de altura, ¡pero como nadie volaba!
El riesgo de morir en la pavada general es muy grande. ¡Como nadie vuela!
Muchas puertas están abiertas porque nadie las cierra, y otras puertas están cerradas porque nadie las abre.

 

 

El miedo a volar es terrible, pero la verdadera protección está en las alturas, especialmente cuando se tienen buenas alas.

Ciclistas Urbanos.

jueves, 1 de junio de 2017
Con la llegada del buen tiempo aumenta el número de personas que se animan a coger la bicicleta. Bien para practicar el ciclismo de carretera o ciclismo en ruta; bien para practicar el ciclismo de montaña o de caminos; o bien como simples usuarios que utilizan este medio para sus desplazamientos urbanos. Unos y otros, atraviesan nuestras calles en mayor o menor medida y, al comportamiento de algunos, voy a referirme en mi artículo.
 
 
Es sabido que la bicicleta, además de contribuir al cuidado del medio ambiente al ser un medio extraordinario de moverse por la ciudad sin contaminar, es también una beneficiosa fuente de salud que ayuda a ejercitar nuestro cuerpo mientras nos desplazamos de un lugar a otro. También es cierto que su utilización conlleva un cierto peligro, a veces sobrevenido, por la mala praxis de algunos automovilistas.

En tal sentido, el pasado domingo, se realizaron diversas concentraciones de ciclistas por el territorio nacional, reclamando “más respeto” y un “mayor endurecimiento del código penal”. Ni que decir tiene que, personalmente, estoy totalmente de acuerdo con sus reivindicaciones.

Pero estaría mucho más de acuerdo si “se aplicara la ley a quien lo hiciera mal”. Sin más. Porque ni todos los conductores son una cosa ni todos los usuarios de bicicletas son otra. Hay malos ciclistas, como malos peatones o automovilistas.

Una bicicleta es un vehículo y como tal debe guiarse por la normativa de tráfico vigente, al igual que motos o coches. Y el hecho de ser más vulnerables, no es patente de corso, para considerarse por encima de la ley. Cada uno su responsabilidad. Y los usuarios de bicicletas, no pueden cruzar un paso de cebra montados (al que acceden creyendo tener prioridad de paso); ni circular por las aceras, o atajar por ellas según convenga, (o ir haciendo caballitos, que esa es otra); ni circular en sentido contrario o por el medio de la calzada, entre carriles y sorteando coches a su libre albedrío; ni saltarse semáforos en rojo o señales verticales de dirección y obligación; ni ir más de dos en paralelo, etc.

Sabemos que identificar a un automovilista infractor es relativamente fácil, incluso a posteriori. Pero pedir responsabilidades a un ciclista por un comportamiento peligroso es, en muchos casos, misión imposible.

Respeto, siempre. Pero utilicemos más el sentido común y eduquemos con el ejemplo. Aprendamos así a convivir.