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La carreta vacía

lunes, 13 de febrero de 2023

Todos conocemos la fábula de “La carreta vacía”. Una historia que habla sobre la prepotencia de las personas, comparándola con una carreta. Cuanto más vacía está, mayor ruido hace; cuantas menos cosas transporta, más aparatoso es su estruendo. Tal es la realidad que puede aplicarse a las personas.

 

 

Sabemos que el diálogo es un arte, una ciencia y una virtud. Y que su mayor enemigo son las mentes cerradas. Porque quienes dialogan creyéndose poseedores de toda la verdad son incapaces de escuchar a nadie. Los necios no pueden conversar porque solo escuchan su propia voz. No importa lo que pueda decir el otro. Y si algo les importa, es solo para negarlo, despreciarlo o rechazarlo, aunque ni siquiera lo entiendan.

Otro enemigo del diálogo es el grito. Ese delirio recurrente y muy actual de pensar que, cuanto más gritas, más razón tienes. Craso error.

Lo importante del diálogo es “tener algo que decir” y saber decirlo correctamente. Valorando el ingenio, la estructura de la oración, el vocabulario o el tono utilizado, entre otras cosas. Pero los que menos tienen que decir son los que más hablan y más gritan. Aquellos que hacen más ruido suelen ser los que tienen menos ideas que ofrecer. Las voces que más se levantan son aquellas que, esencialmente, solo se relacionan con ideas primitivas. Y no me refiero solo al contenido, que carece de mínimos conocimientos o rigor, sino también de su forma de hablar que resulta gravemente deficiente. Inconscientes de su propia ignorancia, levantan la voz en grito. No dicen nada interesante, hablan alto y mal. Haciendo buena la fábula de que las carretas vacías, como las mentes vacías, hacen mucho ruido. Lo curioso es que bastantes personas aman este sonido estridente y temen el silencio sereno de las oraciones reflexivas.

Como dijo un sabio maestro: “Cuando más vacío estás de contenido, y menos orden interno tienes, más ruido haces, más molestas, más palabras altisonantes y huecas empleas, más te quejas, más agredes gratuitamente, más exiges y más contribuyes al caos y la destrucción”.

Y ahora, respetado lector, mire libremente a su alrededor, sienta la actualidad real en la que vive, escuche el ruido de nuestros gobernantes, y sabrá, sin necesidad de verlos, la carga de sus respectivas carretas.