Hoy me cuentan que te han visto, muy temprano, por las calles. Que con paso lento, pero firme y majestuoso, has llegado puntual a tu cita con el alba. Y que tu mirada, limpia y serena, bastaba para llenar de luz el espacio existente.
¡Cuántos años de silencios, de miradas, de oraciones cantadas..., de emociones! ¡Cuántos años, Nazareno, recorriendo tus Adarves!
Con la mirada al frente y la Cruz, sobre tu hombro hendida, vas haciendo tu camino. ¡Y te sangran las sienes y te sangran las huellas del castigo! ¡Y te sangran los pies, el pecho y te sangra el hombro ya vencido! Por sangrante, Nazareno... ¡Te sangra hasta el camino!
Y te duelen los insultos de aquellos que, por odiarte, te tratan de simple muñeco revestido en caros trajes. ¡Pobres! Y sin embargo, por todos ellos, también derramaste sangre.
¡Qué loco fuiste, Jesús! ¡Mira que presentarse como rey, alguien incapaz de defenderse! Solamente la palabra, fue tu arma; y sólo tu ejemplo, fue tu ejército. ¡Qué fácil, le pusiste la burla, entonces! Intentaron quitarte la dignidad, anularte como persona y ridiculizarte, como forma sutil de darte muerte.
Y, aún hoy, siguen haciéndolo. Porque, y en el peor de los casos, ¿no fue y es lo tuyo, una protesta pacífica, para un cambio a mejor? ¿no existió, ni se vive ahora, un momento de involución a tu libertad de expresión? No. Para Ti no. Tu libertad, te la pagaron, y te la siguen pagando, con la muerte. Ellos son así: tan fuertes con los débiles. ¡Tan cobardes!
No te perdonan que puedas hablarles a ellos de tolerancia, de prójimo, de respeto o de convivencia. Ni que les des lecciones de amor, de comprensión, de empatía, de fraternidad, de perdón.
Pasados más de dos mil años, ves que se actualizan tus detractores. Pero no te importe. Tu arma (la palabra) y tu ejército (tu ejemplo), también siguen vivos. Y, somos muchos más, los que estaremos esperando tu cita puntual con el alba. Para verte, Nazareno, recorrer los Adarves despacio, en silencio, en la amanecida del Viernes Santo.
Con la mirada al frente y la Cruz, sobre tu hombro hendida, vas haciendo tu camino. ¡Y te sangran las sienes y te sangran las huellas del castigo! ¡Y te sangran los pies, el pecho y te sangra el hombro ya vencido! Por sangrante, Nazareno... ¡Te sangra hasta el camino!
Y te duelen los insultos de aquellos que, por odiarte, te tratan de simple muñeco revestido en caros trajes. ¡Pobres! Y sin embargo, por todos ellos, también derramaste sangre.
¡Qué loco fuiste, Jesús! ¡Mira que presentarse como rey, alguien incapaz de defenderse! Solamente la palabra, fue tu arma; y sólo tu ejemplo, fue tu ejército. ¡Qué fácil, le pusiste la burla, entonces! Intentaron quitarte la dignidad, anularte como persona y ridiculizarte, como forma sutil de darte muerte.
Y, aún hoy, siguen haciéndolo. Porque, y en el peor de los casos, ¿no fue y es lo tuyo, una protesta pacífica, para un cambio a mejor? ¿no existió, ni se vive ahora, un momento de involución a tu libertad de expresión? No. Para Ti no. Tu libertad, te la pagaron, y te la siguen pagando, con la muerte. Ellos son así: tan fuertes con los débiles. ¡Tan cobardes!
No te perdonan que puedas hablarles a ellos de tolerancia, de prójimo, de respeto o de convivencia. Ni que les des lecciones de amor, de comprensión, de empatía, de fraternidad, de perdón.
Pasados más de dos mil años, ves que se actualizan tus detractores. Pero no te importe. Tu arma (la palabra) y tu ejército (tu ejemplo), también siguen vivos. Y, somos muchos más, los que estaremos esperando tu cita puntual con el alba. Para verte, Nazareno, recorrer los Adarves despacio, en silencio, en la amanecida del Viernes Santo.
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