Posiblemente solo se trate de una cita, de un dicho o de un antiguo refrán. Pero también pudiera tratarse de un pensamiento que nos invite a la reflexión.
Quitarse el sombrero o hacer ademán de tocarse el ala del mismo, consistía, además de un gesto de saludo, en una expresión de respeto tanto a las personas como a las cosas. Respeto que formaba parte de una importante colección de valores, desgraciadamente ahora en desuso, que sirvieron eficazmente para mantener una feliz convivencia entre las personas y entre las cosas.
Pero siempre hay tontos contemporáneos, por supuesto muy tolerantes, que entienden que los valores de entonces y que felizmente nos sirvieron, son incompatibles ahora con su implicado activismo y su forma particular de entender el avance y progreso de los pueblos.
Lo que antes se conseguía con diálogo y esfuerzo entre las partes y, también, por qué no, con protestas silenciosas de una efectividad aplastante –como la realizada por Rosa Parks, símbolo del activismo no violento–, ahora se quiere conseguir con la fuerza que les da una legislación más bien laxa, que parece invitar a todo lo contrario.
Cuando todavía tenemos grabado en nuestra retina la destrucción por el terrorismo talibán de la ciudad de Hatra (s. III a.C), el Templo de Baal, el Arco del Triunfo de Palmira o los famosos Budas gigantes del Valle de Bamiyán, venerados desde hace siglos por miles de budistas; cuando estamos desolados viendo como la fatal guerra está destruyendo ciudades y pueblos emblemáticos; ahora, bajo el denominado activismo –no violento– ecologista, climático y radical, pretenden atraer nuestra atención a base de ataques vandálicos a obras de arte que forman parte del Patrimonio de la Humanidad, ya sean edificios históricos o cuadros icónicos e irrepetibles.
Nuestro museo Helga de Alvear, tiene merecida fama internacional, y me intranquiliza pensar que, bajo el pretexto de una causa noble, pueda ser objeto de cualquier ataque de estos iluminados de la tolerancia y el respeto. No parecen entender que, cuando una protesta eclipsa el mensaje que defiende, es que se ha elegido un camino equivocado. Y que nunca se deben socavar con acciones contradictorias, los objetivos que se quieren alcanzar.
Volvamos a quitarnos el sombrero.
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