Los números son generalmente fríos. A veces, inhumanos. Y si los convertimos en datos estadísticos, seguramente, hasta mentirosos. Y no porque los números no sean fiables o no contengan verdades absolutas, NO. El problema es que pueden ser altamente manipulables por parte de los encargados de ponerlos en valor. Cualquier estudio estadístico puede verse cambiado, exagerado, simplificado y tergiversado al tomar solo una parte conveniente del mismo. Los datos del desempleo o, más concretamente, los ofrecidos con ocasión de esta pandemia, son un claro ejemplo de ello.
Pero, torturar los datos hasta que verdaderamente digan lo que queremos decir o justificar, puede tener ciertos riesgos y pueden llegar a demostrar otras cosas.
Justificar que Cáceres es la población con mayor letalidad de España por Covid/19, porque se realizó un viaje a Sevilla, se celebró un cumpleaños familiar, una partida de juego de azar o un funeral, que provocaron contagios masivos, como manifestó el todavía consejero Vergeles, parece un insulto a la inteligencia de los cacereños.
La realidad es que, según datos del INE de 2019, Cáceres está en el ranking de las 15 ciudades más envejecidas de España, con un 22,72% de mayores de 65 años. Un dato que se viene manteniendo desde hace años y que, comparativamente con Badajoz, nos convierte en el geriátrico de Extremadura.
Y así seguirá siendo mientras los cacereños no digamos basta. No podemos seguir permitiendo, con nuestra pasividad, que las diferencias provinciales sigan agrandando la brecha existente. Nuestros jóvenes se marchan, incluso a Badajoz, por la falta en Cáceres de oportunidades, de iniciativas y de gestiones que atraigan tanto inversión pública como privada. Mientras el Sur se industrializaba o diversificaba la inversión, aquí se nos invitaba a apostar a una sola carta, el turismo, como si ello fuera la panacea, o el necesario y obligado modus vivendi de todos los cacereños. Hay muchos que piensan que, desde la Junta, nos están dejando caer. Razones, con datos objetivos sin manipular, no les falta. Porque ni siquiera ahora, cuando la realidad ha demostrado nuestra necesidad sanitaria, nos consideran prioritarios. Pero hay otros que piensan que cada vez somos más acomodaticios con las migajas que nos llegan de Mérida. Y, vista la apatía cacereña, tampoco les falta razón.
No creo, ciertamente, que Cáceres esté ya muerta. Pero que, poco a poco, la estamos matando, no tengo ninguna duda.
Justificar que Cáceres es la población con mayor letalidad de España por Covid/19, porque se realizó un viaje a Sevilla, se celebró un cumpleaños familiar, una partida de juego de azar o un funeral, que provocaron contagios masivos, como manifestó el todavía consejero Vergeles, parece un insulto a la inteligencia de los cacereños.
La realidad es que, según datos del INE de 2019, Cáceres está en el ranking de las 15 ciudades más envejecidas de España, con un 22,72% de mayores de 65 años. Un dato que se viene manteniendo desde hace años y que, comparativamente con Badajoz, nos convierte en el geriátrico de Extremadura.
Y así seguirá siendo mientras los cacereños no digamos basta. No podemos seguir permitiendo, con nuestra pasividad, que las diferencias provinciales sigan agrandando la brecha existente. Nuestros jóvenes se marchan, incluso a Badajoz, por la falta en Cáceres de oportunidades, de iniciativas y de gestiones que atraigan tanto inversión pública como privada. Mientras el Sur se industrializaba o diversificaba la inversión, aquí se nos invitaba a apostar a una sola carta, el turismo, como si ello fuera la panacea, o el necesario y obligado modus vivendi de todos los cacereños. Hay muchos que piensan que, desde la Junta, nos están dejando caer. Razones, con datos objetivos sin manipular, no les falta. Porque ni siquiera ahora, cuando la realidad ha demostrado nuestra necesidad sanitaria, nos consideran prioritarios. Pero hay otros que piensan que cada vez somos más acomodaticios con las migajas que nos llegan de Mérida. Y, vista la apatía cacereña, tampoco les falta razón.
No creo, ciertamente, que Cáceres esté ya muerta. Pero que, poco a poco, la estamos matando, no tengo ninguna duda.
Envía tu comentario
Publicar un comentario