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Miedo al odio

lunes, 1 de junio de 2020

Una y otra vez, leo y releo con inusitado interés, el tuit del Presidente Fdez. Vara, en el que manifiesta: “No me dan miedo las cacerolas, ni las banderas sean las que sean, ni los mensajes de unos u otros en la calle. Si me da miedo el odio. Y me dan pánico los que lo alientan. Ese odio nunca condujo a nada bueno en nuestra historia. Llega un día y se queda por generaciones”. Para decir a continuación: “Y ya no están nuestros padres para enseñarnos a superarlo y hacerlo desaparecer de la convivencia. Como ellos hicieron”. ¡Uff...! 



Efectivamente, Presidente, ya no están nuestros padres. Desgraciadamente, muchos se quedaron entonces en el camino. A otros, no hemos sabido ahora protegerlos debidamente. Pero los que quedaron y los que afortunadamente quedan, si nos enseñaron y nos siguen enseñando. Y mucho, Presidente. Y claro que aprendimos y, felizmente, supimos convivir en paz. Ese, y no otro, era y es el espíritu de la Transición.

Como escribiera López de Celis: “la Transición es la travesía de nuestra nación hacia la reconciliación y el entendimiento. La historia del viaje común de los españoles hacia la soberanía y la modernidad. Un proceso en el que no hubo perdedores, porque todos apostaron a caballo ganador. La Transición no es una idea, ni un proyecto propiedad de un partido político. Ni tiene un protagonista ni un destinatario. La Transición es la suma de todo esto y mucho más”.

Pero es cierto, señor Presidente, que los políticos de entonces cometieron un gravísimo error: creer que sus sucesores tendrían, como ellos, la misma vocación de servicio, el mismo sentido de Estado y, por supuesto, el mismo aprecio por todo aquello que se conquistó. Creyeron que, en aras a esa feliz convivencia, todos defenderían, fortalecerían y perpetuarían la que debería ser la “única memoria histórica inolvidable”, la de la unidad y la de la reconciliación. Creyeron que nadie sería capaz de menospreciar y vilipendiar, todo el esfuerzo, el sacrificio, las numerosas renuncias y el ejemplar comportamiento cívico que nos legaron aquellos que usted ahora añora, Presidente. Craso error.

El pueblo mayoritario, señor Presidente, quiere convivir en paz. No es el que pacta con terroristas, separatistas, antisistemas y demás desestabilizadores de la convivencia pacífica. No es el que desprecia sus símbolos, ni a sus adversarios. No es el que achaca a otros, los males propios. No es el que odia, ni el que se radicaliza. Es simplemente el que sufre. El que lamenta que con su voto, en vez de políticos honestos, honrados, comprometidos, garantes y sensatos, esté llenando España de auténticos irresponsables.
 

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