De una forma sencilla, dícese de la figura retórica de repetición que consiste en invertir el orden de las palabras de la frase anterior para conseguir dos frases contrapuestas. Permite crear frases breves e impactantes y es muy utilizada por los políticos en su oratoria, al objeto de captar la atención del público. Aunque, en algunos casos, también suele expresar la profunda contradicción mental en la que viven una buena parte de ellos.
“El Ejecutivo está en la política de las cosas y no en las cosas de la política”, decía la fulera ministra de Hacienda, ejemplo probado de mendacidad gubernamental. Quizás, y en su caso, mejor sería que dejara la política y las cosas, haciendo caso al cuasi retruécano marianista: “a veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que también es tomar una decisión”.
Otro amigo del retruécano es el Presidente Vara: “Presentamos un nuevo Estatuto, pero no un Estatuto nuevo”, (2009, Congreso de los Diputados). O, más recientemente, en la Asamblea: “Somos lo que hacemos, para cambiar lo que somos”, parafraseando a Eduardo Galeano. Y preguntamos: ¿Qué hacemos y qué somos? “Porque no se trata de que los extremeños hagamos lo que interese a su mayoría parlamentaria, es su mayoría parlamentaria la que tiene que hacer lo que interese a los extremeños”. Y, desde luego, no nos interesa seguir siendo lo que somos: un pueblo sumiso y sometido a las decisiones arbitrarias del “visionario” estatal, sabiendo que dichas decisiones nos perjudican y empobrecen clamorosamente. No se trata, Presidente, de “optar entre pagar peajes en carreteras o pagar medicamentos; pagar menos impuestos o tener mejor sanidad o educación”, como dijo usted demagógicamente en la Asamblea. Se trata de “administrar mejor los derechos de todos, para que todos puedan tener derechos”. Se trata de “alzar la voz en nombre de todos los extremeños, para que todos los extremeños puedan alzarse en una sola voz”. O como dice Joe Biden, se trata de “gobernar con la fuerza del ejemplo y no con el ejemplo de la fuerza”.
Pero, lamentablemente, y ahí va el último retruécano, siempre estarán “los que hablan para decir algo y los que dicen algo por hablar”.