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“El Coyote que ayuna”

martes, 4 de febrero de 2020
Porque ese es el significado y la traducción literal de su nombre. Aunque aquí, en Cáceres, le conozcamos por el cariñoso apodo con el que lo bautizamos nada más llegar y al que, dado que estamos por tierras de hijosdalgo, dimos rápidamente apellido añadiéndole su lugar de ubicación.


Es cierto que este soberano chichimeca, por tristes circunstancias, tuvo que cambiar el nombre de nacencia Acolmiztli (felino fuerte) por el de Nezahualcóyotl, pero estoy seguro que en sus setenta años de fructífera vida nunca pudo imaginar que aquí, en una ciudad de provincia, pudiera llegar a ser conocido, simplemente, como “El Indio de Moctezuma”.

Pero Nezahualcóyotl fue mucho indio. Miembro de la realeza prehispánica ejerció el poder durante 43 años. Recibió una completísima educación, que le permitió gobernar a su pueblo con valentía y sabiduría, demostrando toda su sapiencia en el campo de las ciencias, las artes y la literatura. Su amplia formación intelectual se tradujo en una elevada sensibilidad estética y en un gran amor por la naturaleza, que quedaron reflejados no sólo en la arquitectura de su ciudad Texcoco, sino también en sus manifestaciones poéticas y filosóficas.

Reorganizó el gobierno y dictó leyes que fortalecieron al Estado. Encargó la construcción del acueducto de agua potable para México. Ordenó la construcción de palacios, templos, escuelas, mercados, jardines botánicos, aviarios y zoológicos. Supervisó la construcción de caminos, diques y presas. Y aún tuvo tiempo para componer numerosos cantos y poemas, de gran belleza y profundidad de pensamiento, de los que se conservan más de 30: “¿Con qué he de irme?/ ¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?/ ¿Cómo ha de actuar mi corazón?/ ¿Acaso en vano venimos a vivir,/ a brotar sobre la tierra?/ Dejemos al menos flores/ Dejemos al menos cantos”.

Su estatua, obra del escultor mexicano Humberto Peraza, fue inaugurada el 9 de octubre de 1992, como testimonio de amistad hacia los pueblos indígenas del Nuevo Mundo, con ocasión del V Centenario del Descubrimiento. Pesa cinco toneladas y tiene una altura de cinco metros. Su coste, incluido portes, fue de 10 millones de pesetas (poco más de 60.000 euros) y fue financiada conjuntamente por la oficina Enclave 92 de la Junta de Extremadura, el Ayuntamiento y la Diputación Provincial.

Mañana, si pasan cerca de este coloso de profunda mirada y pergamino al viento, felicítenlo. Es su cumpleaños.
 

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