Estimados hermanos y devotos de la Virgen de
la Montaña:
Durante estos años, he vivido toda clase de
experiencias, unas muy gratificantes, conmovedoras, emocionantes, inolvidables;
algunas otras, algo más decepcionantes, sin duda, pero que superadas con enorme
ilusión, he procurado olvidar rápidamente.
Con todo ello, no dejo de pensar que ha sido
un inmenso orgullo, un altísimo honor, haber ejercido como máximo responsable
de los destinos de la Real Cofradía y haber contribuido, como Mayordomo, a
cumplir con el fin
principal que nos marcan nuestros Estatutos Generales: “promover la mayor
gloria de Dios y provecho espiritual de sus cofrades y fieles, por el fomento
del culto público y devoción a la Santísima Virgen de la Montaña”. Esa era mi
principal labor y espero, humildemente, haberla cumplido.
No pretendo en estas líneas haceros un
balance de mi gestión al frente de la Cofradía, ese tema lo recogen ya las
correspondientes Actas de Secretaría; mejor quiero que os quede el recuerdo de
un hermano que creyó en un sueño y, para ello, derrochó ilusión, esfuerzo y
tiempo, para intentar mantener y agrandar el legado histórico y patrimonial que
de sus antecesores recibió.
Por ello estas líneas nunca pueden ser una
despedida triste –no puede haber tristeza en la íntima satisfacción del deber
cumplido–, más bien se trata de un adiós pleno de alegría y, sobre todo, lleno
de agradecimiento. Un agradecimiento que, sin duda, es la memoria del corazón y
que no puede permanecer en silencio, porque así no sirve absolutamente a nadie.
Por ello, permitidme que comparta con vosotros y haga público, esa gratitud que
guardo emocionado en mi corazón:
En primer lugar, a los hermanos de la Real
Cofradía que me dieron su confianza, en dos ocasiones, para ser Mayordomo.
Gracias por vuestro apoyo, por vuestro respeto, por vuestros ánimos, también
por vuestras críticas –cuando éstas han sido fundadas–, ya que las mismas nos
hacían aprender y engrandecernos. Pido sinceras disculpas por mis errores –que
como humano debo de haber cometido– y a todos aquellos que hayan podido
sentirse disgustados u ofendidos por alguna de mis decisiones o de mi forma de
proceder. Nunca fue mi intención hacer daño a nadie, os lo aseguro, al menos
conscientemente. Por eso os pido también vuestra benevolencia, porque sólo busqué
lo que entendí era mejor para la Real Cofradía.
Gracias a mis queridos Antonio Fdez. Borrella y Joaquín Álvarez, y al resto de compañeros de Junta de
Gobierno, a todos sin excepción, porque
sin vuestra entrega, capacidad e ilusión, no hubiera sido posible todo lo
realizado. Gracias por vuestra amistad, vuestra paciencia, vuestro tiempo y,
sobre todo, por vuestro amor a la Santísima Virgen.
Mi agradecimiento eterno al Excmo. y Rvdmo.
Sr. Don Francisco Cerro Chaves, Obispo de la Diócesis de Coria-Cáceres, en
quien siempre encontré comprensión, aliento, confianza y mediación para atender
las necesidades de la Real Cofradía de la Virgen de la Montaña.
Gracias, a Don Florentino y a Don José María,
por tantos años de dedicación y entrega, que sin duda han ayudado a enriquecer
la vida espiritual del Santuario.
Mi agradecimiento a las Camareras, Pilar,
Julita, y al Grupo de Ornato encabezados por Pilar y Martina. Vuestra
desinteresada dedicación tendrá su recompensa un día y mi reconocimiento
siempre.
Mi reconocimiento a los empleados de la Real
Cofradía, Cristina, Charo, Luis, Ramón..., por vuestro trabajo y desvelos, más
allá de la mera retribución económica.
Mi agradecimiento al Cabildo Catedralicio y a
todos los Pregoneros, Sacerdotes y Predicadores del Novenario, que se han
distinguido por dar mayor solemnidad y esplendor a nuestros Actos,
especialmente los de culto.
Gracias a todos los que han estado siempre
dispuestos a colaborar con la Junta de Gobierno, formando Comisiones o
Asesorando nuestro quehacer, a sabiendas que su trabajo y esfuerzo contribuía
al engrandecimiento de la Cofradía. Mi especial reconocimiento a aquellos
hermanos que, dando un paso al frente, se ponen a disposición de la misma, sin
esperar a que le llamen, sin esperar nada a cambio, con el único y sincero
propósito de colaborar y de aportar su granito de arena a este proyecto común
que se llama Cofradía de la Virgen de la Montaña.
Mi agradecimiento a las Comunidades de
Religiosas: Clarisas, Jerónimas..., que colaboraron en nuestras restauraciones
o en nuestros eventos solidarios.
Gracias por todas las donaciones recibidas y
ofrecidas a la Virgen de la Montaña como prenda de amor filial. De las más
lujosas a las más modestas. De los mantos y tocas preciosamente elaborados a
los más sencillos versos escritos en un trozo de papel cuadriculado. Gracias a
los que entregaron donativos y a los que nos donaron el trabajo de sus manos.
En todas ellas va el mismo cariño y la misma fe.
Gracias a las Cofradías cacereñas, a las que
siempre hemos abierto brazos y manos en prueba de fraternidad. Especialmente a
las que nos hicieron Madrina de sus Titulares Marianas: Dulce Nombre, Estrella
y Rosario.
Mi reconocimiento a las Instituciones
públicas y privadas por su colaboración. A los medios de comunicación, a los
poetas, cantores y escritores y a cuántos nos ayudaron, y ayudan, a difundir
nuestro mensaje y ponen voz a la devoción de todo un pueblo. En definitiva, mi
agradecimiento sincero, cordial y sin doblez alguna a todos aquellos que bajo
el denominador común de devotos de la Virgen de la Montaña, regalan su apoyo e
infunden ánimos a esta Real Cofradía. Una Cofradía que
nació hace 383 años y que hoy se mantiene debido al amor de una ciudad,
Cáceres, que se enloquece de júbilo por su Patrona y cuyos hijos, nacen, viven
y mueren agarrados, fuertemente, al Manto de la Virgen de la Montaña.
Mi eterno agradecimiento a mis padres, que me
inculcaron este apasionado amor que siento por Nuestra Virgen de la Montaña. Y
a mi familia por su tiempo, su paciencia y apoyo. Y a las familias de cuántos
han dedicado y dedican su tiempo a trabajar por esta Real Cofradía. Sin ellos,
que comparten nuestros éxitos y alegrías, nuestras preocupaciones y pesares,
nada sería posible.
Mi recuerdo para todos los cofrades que se nos
fueron y que hoy descansan bajo el Manto protector de la Virgen de la Montaña.
Especialmente para aquellos que, sin duda alguna, se convirtieron en Angelotes
de la Virgen para seguir prestándome su ayuda, mis queridos José María Belloso
y José Maria Romero.
Mi mejores deseos de éxito para el nuevo
Mayordomo y su Junta de Gobierno, a la que ruego le prestéis todo vuestro apoyo
y colaboración a fin de que nuestra Cofradía siga siendo ese importante
referente.
Y mis últimas palabras, para Ella, para
Nuestra queridísima Virgen de la Montaña, ante cuya amable sonrisa, su
atrayente mirada y su Santo Nombre, sólo me queda callar.
Que Ella nos bendiga a todos.
Joaquín Manuel Floriano Gómez.
Mayordomo (2008-2018)
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