Dentro de tres días comienza oficialmente la campaña electoral. ¿Comooorrr? Si, sufrido lector. Hasta ahora todo este circo forma parte de la pre-campaña, o de la “pre de la pre...” que ya no sabe uno de cuándo data este jubileo. Una campaña electoral que culminará en la llamada “Fiesta de la Democracia”, uséase, en el día en el que ejerceremos, o no, nuestro derecho al voto y, con ello, a elegir “libremente” (risas), quién dirigirá las riendas de nuestra localidad, comunidad y país.
Una fiesta de la democracia que mejor pudiera llamarse “Fiesta de los Partidos” o, también, “Fiesta de la Decepción”. De los partidos, porque son ellos y sólo ellos, los que la festejan. Y dentro de ellos, los candidatos que han conseguido el “momio” de vivir de la cosa pública durante algún tiempo. Algunos, incluso, durante todo su tiempo. Bien recompensados quedan, los esfuerzos de mezclarse con el “vulgo”, haciéndoles creer que les escuchan y que atenderán sus propuestas; los abrazos y besos dados sin descanso; la cansina asistencia a todos los actos habidos o por haber: corriendo maratones, bailando reguetón, desplazándose en silla de ruedas, acariciando mascotas o vistiéndose de lagarterana, si hubiera hecho falta.
Y la fiesta de la decepción, porque al final todo queda igual. Partidos y políticos abstraídos de la realidad ciudadana, sin ninguna autocrítica. Los mismos de siempre en el poder (que para eso controlan el aparato del partido), haciendo lo mismo de siempre (buscando problemas, donde no los hay; o peor, arreglando los suyos, que casi nunca coinciden con los de los ciudadanos). Y los descolgados, los que estorban o los considerados ya desechos de tientas, colocados en Europa o mandados a vegetar al Senado. Todo ello y al mismo tiempo, que intentan convencernos de que necesitamos más Europa y menos mirarnos el ombligo, o de que el Senado se convertirá por fin, después de más de 40 años, en la verdadera Cámara de representación territorial. Y tan panchos.
Confieso que uno siente nostalgia de los primeros años de Democracia. Entonces te embargaba la ilusión, el compromiso, incluso la admiración por aquellos representantes que, realmente dignificaban su status, trabajando en la solución de los problemas de la gente. Hoy, por el contrario, visto lo visto, hasta llega a irritarte hacerte cargo de la factura de este guateque político.
Confieso que uno siente nostalgia de los primeros años de Democracia. Entonces te embargaba la ilusión, el compromiso, incluso la admiración por aquellos representantes que, realmente dignificaban su status, trabajando en la solución de los problemas de la gente. Hoy, por el contrario, visto lo visto, hasta llega a irritarte hacerte cargo de la factura de este guateque político.
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