El inconformismo es la actitud de la persona que no se conforma fácilmente con una circunstancia determinada, especialmente cuando es impuesta o injusta, pudiendo rebelarse ante la misma con el objetivo de poder modificarla. No tiene por qué entenderse como un término negativo sino más bien como un estímulo, porque es evidente que el inconformismo ha servido, a lo largo de la historia, como motor para impulsar importantes cambios sociales.
La protesta es la acción y efecto de protestar, es decir, proclamar o declarar un propósito, expresar impetuosamente una queja o disconformidad. Y entendemos como protesta social, la acción colectiva de la ciudadanía, o de una parte importante de ella, en defensa de sus derechos. Un medio para manifestar y expresar opiniones e ideas, y también, como hemos dicho, para exteriorizar disconformidad. Una manera de evidenciar públicamente los problemas que afectan a determinados colectivos, y con ello, subrayar la responsabilidad de las autoridades de dar atención a sus demandas y a sus necesidades.
La falta de atención a dichas demandas y necesidades por parte del poder político, con la lógica discriminación entre iguales que dicha dejadez conlleva, ha estimulado a los ciudadanos a asociarse en plataformas para defender, demandar o reclamar derechos e intereses generales que le son negados, arrebatados o dilatados en el tiempo.
Actualmente y entre otras, sirvan como ejemplo: la “Plataforma en Defensa de un Tren Digno”; “Salvemos la Montaña”, en su demanda de información y transparencia; o “Cáceres se mueve”, en contra de la apertura por fases del nuevo Hospital de Cáceres.
Las plataformas ciudadanas, alejadas en principio de cualquier significación política, se definen por tanto como una forma de organización social que actúa desinteresada y altruistamente en defensa del interés común, manifestando su disconformidad con políticas públicas, o conductas de poderes públicos, que afectan de manera significativa al ejercicio de sus derechos. Como vimos y demostramos el pasado 18N, gracias a una de las plataformas citadas, la unión hace la fuerza y es siempre una manera eficaz y pacífica de presión. Quizás, ese sea el camino.
La falta de atención a dichas demandas y necesidades por parte del poder político, con la lógica discriminación entre iguales que dicha dejadez conlleva, ha estimulado a los ciudadanos a asociarse en plataformas para defender, demandar o reclamar derechos e intereses generales que le son negados, arrebatados o dilatados en el tiempo.
Actualmente y entre otras, sirvan como ejemplo: la “Plataforma en Defensa de un Tren Digno”; “Salvemos la Montaña”, en su demanda de información y transparencia; o “Cáceres se mueve”, en contra de la apertura por fases del nuevo Hospital de Cáceres.
Las plataformas ciudadanas, alejadas en principio de cualquier significación política, se definen por tanto como una forma de organización social que actúa desinteresada y altruistamente en defensa del interés común, manifestando su disconformidad con políticas públicas, o conductas de poderes públicos, que afectan de manera significativa al ejercicio de sus derechos. Como vimos y demostramos el pasado 18N, gracias a una de las plataformas citadas, la unión hace la fuerza y es siempre una manera eficaz y pacífica de presión. Quizás, ese sea el camino.
Envía tu comentario
Publicar un comentario