Cada cierto tiempo, de forma sistemática y a modo de martillo pilón, asistimos al vergonzoso cruce de declaraciones entre el equipo de gobierno municipal (a veces la propia Alcaldesa), y el grupo Ciudadanos “sostenedor” del mismo (generalmente su líder), a cuenta de los, al parecer, numerosos incumplimientos, mentiras y engaños del primero, con respecto del segundo.
Y digo vergonzoso porque, en dicho cruce de declaraciones (como en el último por ejemplo), a veces se pierden las formas, se recurre a la ofensa y descalificación gratuita y se vocifera en redes sociales, quizás buscando el aplauso fácil, que en nada favorece el debate y que, posiblemente, perjudica más que beneficia a las propias partes.
Y digo vergonzoso porque, en dicho cruce de declaraciones (como en el último por ejemplo), a veces se pierden las formas, se recurre a la ofensa y descalificación gratuita y se vocifera en redes sociales, quizás buscando el aplauso fácil, que en nada favorece el debate y que, posiblemente, perjudica más que beneficia a las propias partes.
Y, aireado ya el asunto, cabría preguntarse cuál de las dos partes verdaderamente miente: ¿Los primeros que, presuntamente, no cumplen el pacto de legislatura firmado, o aquél que engañado varias veces manifiesta una y otra vez que tomará las medidas especiales de tal y tal, que luego no toma nunca?
En cualquier caso, está claro que, desgraciadamente, la mentira, el engaño y la costumbre de: “decir lo que no se hace para hacer lo que no se dice”, se ha instalado, sin solución de continuidad, en la esfera política. El lenguaje ha perdido todo su valor y la inteligencia su prestigio.
Como bien argumenta el filósofo Serrano Caldera, la práctica de la mentira en la política se produce y acentúa porque ésta “se ha desligado de la ciudadanía y se ha transformado en el oficio de un grupo de personas: los políticos que, cada vez más, actúan en contra del interés general, para atender sus propios intereses y beneficios”.
“La política es el arte de mentir a propósito”, reza el aforismo atribuido al filósofo francés François Marie Arouet, más conocido como Voltaire. “La política es el arte de engañar”, reza el atribuido a Nicolás Maquiavelo. Si así fuera, visto lo visto, coincidirán conmigo que por aquí andamos muy sobrados de artistas talentosos.
En cualquier caso, está claro que, desgraciadamente, la mentira, el engaño y la costumbre de: “decir lo que no se hace para hacer lo que no se dice”, se ha instalado, sin solución de continuidad, en la esfera política. El lenguaje ha perdido todo su valor y la inteligencia su prestigio.
Como bien argumenta el filósofo Serrano Caldera, la práctica de la mentira en la política se produce y acentúa porque ésta “se ha desligado de la ciudadanía y se ha transformado en el oficio de un grupo de personas: los políticos que, cada vez más, actúan en contra del interés general, para atender sus propios intereses y beneficios”.
“La política es el arte de mentir a propósito”, reza el aforismo atribuido al filósofo francés François Marie Arouet, más conocido como Voltaire. “La política es el arte de engañar”, reza el atribuido a Nicolás Maquiavelo. Si así fuera, visto lo visto, coincidirán conmigo que por aquí andamos muy sobrados de artistas talentosos.
Lástima que los ciudadanos no sepamos o, mejor, no queramos utilizar los recursos que la democracia nos ofrece para hacer pagar caro estas conductas. Y prefiramos mantener vigentes las palabras de Petronio: "El mundo quiere ser engañado; así que deja que se engañe".
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